Zdravko, luchador del peso pesado: "Vivir pesando 132 kilos es un asco. No puedo ni caminar ni dormir bien"
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Zdravko, uno de los rostros emergentes del peso pesado en lucha libre, ha confesado que su etapa con 132 kilos fue una de las más duras de su carrera y de su vida cotidiana. El luchador, que hoy se mantiene en torno a los 122 kilos, ha relatado con crudeza cómo ese exceso de masa le afectó física y mentalmente.
En una entrevista en el pódcast The Wild Project, Zdravko describió esa etapa como “asquerosa”. “Vivir con 132 kilos es un asco. No puedo ni caminar ni dormir bien”, afirmó. El dolor lumbar al andar, la incapacidad para correr y la dificultad para respirar se convirtieron en obstáculos constantes. Según explicó, incluso realizar un simple asalto al saco era impensable en ese estado físico.
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El aumento de peso coincidió con un periodo de menor exigencia en su calendario competitivo. Tras encadenar siete combates en dos meses, Zdravko decidió relajarse con la dieta y el entrenamiento. Fue entonces cuando sufrió un efecto rebote. Reconoce que tiene tendencia a ganar peso con facilidad, especialmente por su afición a comer en grandes cantidades, ya que podía llegar a ingerir entre 9.000 y 10.000 calorías diarias, con volúmenes de carbohidratos y grasas extremos, "al fallo".
Aunque parte de ese volumen fue buscado de forma deliberada, también estuvo marcado por un contexto emocional. “Venía de una depresión”, explicó, refiriéndose al periodo entre 2019 y 2020 en el que vivió un desamor. Durante esos años, trató de recuperar peso perdido como vía para recuperar el control y autoestima. “Lo que no te tumba un puñetazo, a veces te lo tumba un corazón roto”, resumió Jordi Wild tras escuchar el testimonio.
La experiencia de Zdravko pone en evidencia los riesgos físicos y psicológicos del sobrepeso en disciplinas de alto impacto, incluso cuando este responde a estrategias deportivas. Lejos de glorificar el volumen corporal, el luchador apuesta ahora por un equilibrio que le permita competir sin perder calidad de vida.
El Confidencial